El obispo de Vitoria, Miguel José Asurmendi, recalca la importancia de la religiosidad popular en la declaración del dogma de la Inmaculada Concepción

 

Vitoria/ 8 de diciembre de 2006.

 

El obispo de Vitoria, Miguel José Asurmendi, recalcó en la Eucaristía de clausura del encuentro cofrade la importancia que en la declaración del dogma de la Inmaculada Concepción tuvo la religiosidad popular, eje central del I Congreso Internacional de Cofradías de Vírgenes Patronas, que puso su colofón con la celebración de la Santa Misa en la iglesia de San Miguel, y que presidió el prelado vitoriano. Y es que el razonamiento popular pudo más que las discusiones teológicas, explicó Asurmendi, “con dos sencillos argumentos”: si Dios quiso Inmaculada a su Madre y no lo es, es que no es Omnipotente, y si no la quiso perfecta es que no la amaba como corresponde amar un hijo a su madre, por lo que no es hijo. Así pues, el dogma proclamado el 8 de diciembre de 1854 por el Papa Pío IX, y que se confirmó con las apariciones de Santa María a la pequeña Bernadette en Lourdes cuatro años después, “no es una excepción a la Redención, sino un caso más perfecto”, razonó el prelado.

            Asurmendi también subrayó varias citas bíblicas que sostienen este dogma, como son el pasaje del Génesis en el que se Dios explica a la serpiente: “Pondré enemistades entre ti y la mujer, entre su descendencia y la tuya” y el canto del Magnificat, cuando el arcángel le exhorta a María a que se alegre, a ella que es “llena de gracia” y con la que está el Señor.

            Así, “María es el primer fruto de la Pascua de Jesús; Dios la eligió antes de nacer, antes de que pudiera ofrecer mérito alguno”, continuó el prelado vitoriano, que añadió que “a María le ha alcanzado antes que ninguno la alegría mesiánica que Dios le ha preparado a la humanidad”.

            Por último, Asurmendi les dijo a los congresistas que “la fiesta de la Inmaculada, coincidente con el Congreso, puede ser ocasión para hacernos crecer en dos aspectos propios de la fiesta: la afirmación de la primacía de Dios y la lucha contra el pecado”. Y pidió a los dirigentes y responsables de las cofradías y hermandades asistentes al Encuentro que desarrollen verdadera “aversión al pecado” y que, “frente al laicismo” que impera hoy en la sociedad, “defiendan a Dios” en la educación, las diferentes formas de religiosidad popular, etc.